Dejar que los lobos babeen la piel,
muerdan los labios, muerdan la carne,
atraviesen la carne, desgarren la carne
Ver bailar frenéticos los números en el reloj
y ser incapaz de pararlos
Dar de beber agua a quien la quita
Tocarse compulsivamente y con pulsión
las aristas y los vértices del cuerpo
Azotar con la lengua un teclado
y luego después vomitarlo
y mancharlo
de frutos rojos y blancos
Hacer de los colmillos del tigre
un collar de guerrero
Excavar y mascar la tierra que queda
en las uñas después de la lluvia
Sentir la ebullición de cualquier falange de hormigas
ascender por las piernas
Repudiar asustada las fisuras en la suave piel
lisa de la porcelana
No entender cómo debe mirarse un espejo
Tener canicas huecas y yermas
en lugar de fecundas semillas
Pintarse todos los días y todas las noches
los labios del color
de las grandes pasiones y desgracias
Encontrar en una vulgar línea algún verso
ya cantado
Escribir para recordar lo que se evita
por vergüenza
esto es,
y quien lo probó lo sabe.

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